Mi experiencia como docente en el Liceo Ibérico Americano de Coyoacán.
Escrito por: Profesor Mario Abraham Hernández Martínez
“Como pasa el tiempo, que de pronto son años”. Eso es verdad. Recuerdo qué en el año de 1981, recién egresado de la carrera de sociología que estudié en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM un amigo que recuerdo con gran gusto me invitó a dar clases a una escuela del estado de México que se llamaba Centro Universitario Hispanoamericano. En esa institución impartí asignaturas como Sociología, Historia (de México y universal), Metodología de la investigación, Derecho y Geopolítica. Fue mi experiencia número uno como docente. Cabe señalar que esta escuela estaba a dos horas de camino de mi hogar. Sin embargo, me gustaba mucho a pesar del largo trayecto.
En agosto de 1982 tuve la fortuna de conocer a la Maestra Ana maría Santarriaga en la Universidad del Valle de México Plantel Tlalpan. Igual que en la anterior institución, me invitó a dar clases de Sociología, de Problemas sociales, económicos y políticos de México y de metodología. Gran cambio, la UVM estaba a tan solo 10 minutos de mi hogar.
A la par que empecé a dar clase en la UVM Tlalpan también lo hacía en el Colegió de Bachilleres plantel “Contreras” impartiendo las materias de Introducción a las ciencias sociales I y II, Sociología I y II y Estructura socioeconómica de México I y II.
Llega el año 1987, año muy importante en mi vida como docente ya que, igual que en las otras instituciones, se me invitó por parte de la Maestra Ana María Santarriaga a dar clases en el Liceo Ibérico Americano de Coyoacán para impartir las clases de Sociología, Problemas sociales, económicos y políticos de México e Introducción a las ciencias sociales y económicas a nivel preparatoria.
Llegar al Liceo Ibérico Americano fue un parteaguas en mi vida profesional ya que tuve un crecimiento notorio como profesor en la medida que trabajé con toda la libertad de catedra en mis clases.
Uno de los elementos más importantes que experimenté dentro de la escuela es la preocupación de las autoridades por sus profesores y por personal en general. Un ambiente muy sano para desarrollar tus actividades como docente.
Inicialmente pensaba trabajar en el LIA uno o dos años por estar saturado de horas clase frente a grupo en las otras instituciones, pero debido a las condiciones y al ambiente prevaleciente en la escuela como no queriendo la cosa sigo trabajando en aquí, es decir, de 1987 a la fecha.
En el LIA he tenido la fortuna de conocer personas que siempre me han tendido la mano en momentos complicados tal es el caso de la maestra Ana María Santarriaga y el profesor José Luis Córdova Soto. Siempre apoyándome en lo necesario para desempeñar acertadamente mis actividades.
Mención aparte es mi gran reconocimiento a los alumnos que a lo largo de todos estos años han pasado por mis clases. De hecho, gracias a ellos fue notorio mi crecimiento como profesor.
Ahora bien, algunos de los elementos centrales en mi quehacer docente con respecto a mis alumnos son:
Siempre he intentado buscar los temas que les apasionan a los estudiantes
Siempre pensar que los estudiantes son capaces por si mismos de construir el conocimiento.
Muy importante que vinculen el conocimiento aprendido en el aula con la realidad en que viven y que sirva para la solución de los problemas cotidianos
También es muy importante inculcar valores que son elementos centrales para el vínculo enseñanza-aprendizaje dentro del aula y en su vida cotidiana misma.
Por último y no menos importante es la identificación que he tenido todos estos años con mis alumnos que tiene que ver con la personalidad del docente. Siempre me ha funcionado el gran respeto que he tenido por mis alumnos y ellos hacia mi persona.
En conclusión, ser profesor es lo mejor que me ha pasado en toda mi vida. Me ha llenado se satisfacciones tanto dentro como fuera del aula. Recuerdo bien a un alumno del LIA que en el periférico de la ciudad de México de auto a auto me dijo: “Hey, usted fue mi profesor, no sabe el gusto que me da verlo”, y se fue. La verdad me hizo el día. Ahí están las grandes satisfacciones que tenemos como docentes.
Profesor Mario Abraham Hernández Martínez